Haruko Ichikawa, Premio Tezuka a mejor artista novel en 2010, aterriza en nuestro mercado con una antología de historias cortas que entremezcla relaciones familiares y ciencia ficción.

El escenario es reconocible: el típico barrio japonés donde las calles están trazadas por tapias, detrás de una de las cuales encontramos una casa abierta a un jardín, donde crecen setos y árboles. Sin haber cruzado aún el umbral, se intuye que ahí habrá una familia, probablemente formada por padre, madre e hijos en edad escolar. Demasiados años leyendo manga como para no identificar ese marco con la casa de los Nobi de Doraemon. Aunque aquí también hay un elemento futurista, detrás de la puerta espera algo muy distinto: lazos familiares extraños y retorcidos por sorprendentes elementos de ciencia ficción, palancas de las que se sirve la autora para llevar al extremo las dependencias entre sujetos.

Con esta carta de presentación aterriza en España Haruko Ichikawa (1980), una mangaka de carrera ascendente, tal como prueban el Premio Tezuka a mejor artista novel de 2010, precisamente por la antología que aquí reseñamos, o la nominación al Manga Taisho de 2015 por ‘Hōseki no Kuni’, serie ya anunciada por ECC Ediciones y que cuenta con una adaptación al anime. ‘Insectos y canciones’ y ‘Las vacaciones de las 25 horas’ reúnen ocho relatos cortos que harían las delicias de un congreso de psicoanalistas.

Sin ir más lejos, la historia que da nombre al primer tomo está protagonizada por una familia formada por un científico y sus “hijos”: seres de apariencia humana construidos a partir de estructuras de insectos, que conviven como hermanos ajenos a su verdadera naturaleza, cruelmente efímera. La que da nombre al segundo tomo narras las peculiares vacaciones de dos hermanos -ella, bióloga marina; él, fotógrafo de especies raras-, cuya relación está marcada por un suceso de su infancia y por un extraño experimento que ha convertido el cuerpo de la mujer en un caparazón similar al de un molusco.

Metamorfosis

Además de la familia -con estructuras muy lejos de las convencionales-, el otro gran tema de los relatos es la metamorfosis: un cambio físico, real y perceptible, a veces como piedra de toque de la interacción entre dos personajes, a veces como metáfora de los sacrificios que estamos dispuestos a asumir por los seres queridos. Grandes asuntos que Ichikawa aborda con una economía de detalles en ocasiones exasperante, con personajes hieráticos con los que cuesta empatizar y, por tanto, con una narración de la que es fácil desconectarse. A pesar de estos borrones de debutante -más si estos tomos se leen en contraste con la antología ‘Catarsis’ de Moto Hagio, de la que hablaremos aquí mismo en breve-, Ichikawa ha sabido construirse un universo propio, desconcertante pero seductor, al que habrá que darle otra oportunidad. Porque algo tendrá la mangaka cuando la bendicen.

*Artículo publicado originalmente en la revista Z nº69